¿Qué nos hace diferente a otra clase de animales?
Si alguien nos pregunta "¿qué somos?," sería fácil retornar que somos una especie animal que se encuentra en cierto planeta de algún sistema solar de alguna (cualquiera) galaxia. Parecería también, si queremos dar una respuesta cargada de mucha ironía, que no vale la pena andar con muchos rodeos acerca de esto: "sólo somos un animal entre otros, perdidos e insdistinguibles entre las incontables huellas que podemos encontrar si rondamos por esos senderos, sean pastizales, rocosos, desiérticos o maritimos que distinguen al planeta habitado". La razón de la indiferencia puede deberse a la inmensidad que es la naturaleza del universo, pero también a que nuestra propia anatomía en muchos casos funciona de una manera distinguible --- sentimos placer y dolor como cualquier otra especie, y muchas de nuestras conductas reflejan ese hecho primoridial.
Sin embargo, no es complicado objetar a la ironía postulada que también somos la criatura de la conciencia y que poseemos la facultad de la razón; que eso es meritorio de distinción; y que podríamos entonces tener algún tipo de valor mayor al de otro tipo de criaturas. Sí --- somos animales, pero cargamos con el peso de la racionalidad. Por tanto, merecemos ser colocados en un lugar distinto al de los demás.
Hay que preguntarse entonces, ¿cuál será ese lugar? Podríamos señalar que uno más privilegiado: somos la clase de criatura que domina el fuego; que conoce de su tierra y la hace una ciencia (agricultura); que juega con los contenidos de su mente, creando ya sea relaciones entre sus conceptos y metáforas; o incluso es capaz de llegar a formar las grandes historias que uno marcaría como ficciones o mitologías. Considerando esto, bien podríamos encelar a cualquiera que vea la magnitud a la que pueden llegar estas facultades y habilidades.
Somos la criatura del conocimiento, aquella que puede manipular no sólo sus mismas estimulaciones, también las cosas del mundo: tendrá la capacidad de identificarlas no sólo de ubicarlos por su nombre (pezuña, hombre, cabra), sino que su mente también será capaz de abstraerse hacia su mente para sustituir esos nombres por términos (variables: x, y, z), ya sea para ocuparlos como juegos de la imaginación (ex. gratia., crear un fauce) o manipularlos (ex. gratia, ocuparlos como productos o para su entretenimiento).
Pero esta facultad no adquire esta habilidad sin algún contrapeso. En algunas religiones esto viene representado en forma de caída --- con la nuestra, ello viene en forma de la mordida de la manzana del conocimiento del bien y el mal.
Nos conocemos, entonces, como aquél que se sabe racional, pero también como el que tiene otra clase de conocimiento: conocer que podemos infringir tanto dolor como felicidad. Somos capaces de unir como desintegrar, soltar y empuñar, sostener y abandonar, salvar y quitar una vida.
Sin embargo, no hay que pensar que el poder de ambas es equivalente: nuestra fuerza para producir felicidad es más limitada que nuestro poder de producir y reconocer el dolor. Pasamos más tiempo en la queja que en el goce. Y cuando pasamos al goce, la satisfacción no se haya en la misma capacidad que en nuestro estado de dolor. Para esto, Schopenhauer nos dice, hay que comparar entre un animal que está comiéndose a otro y luego pensar en ese animal pero ahora siendo comido por otro. En la adquisición del conocimiento, también fue producida esta deducción. Pues si bien previo al nacimiento de la conciencia, el pensamiento primitivo que siente dolor y placer era sólo capaz de manejar lo instantaneo, manejarse de estimulación por estimulación --- el organismo habitaba únicamente en el presente. Ahora, en cambio, posee la capacidad de imaginar. No sólo piensa en obtener lo que tiene enfrente, sino que planea también en obtener cosas que aún no posee, que sólo obtendrá para el después. Y también reflexiona sobre lo que nunca pudo y piensa en cómo pudo haberlo obtenido. Así que en esta nueva condición se ve aquejado por la facultad intrusa de la imaginación. A aumentado ahora su capacidad de sentir carencia al incluir el pasado y el futuro
Hay que decir, además, que bajo la vesitudura teológica, la decisión de la caída más que voluntaria, fue un acto de rebeldía: mordimos el fruto contra la prevención comandada; por tanto, la consecuencia fue ocasionada por el mismo ser humano y, así mismo, es responsable de esa caída. La represalía aquí sería entonces aprender a arrepentirse y volver a confiar a pesar del dolor, la aparente incoherencia del mundo (algunas interpretaciones dirían con un excesivo de fe sobre razón), siguiendo los mandamientos, etc. Pero si removemos el ropaje religioso, observaremos que el suceso de la adquisición del conocimiento fue puramente arbitrario. El azar nos escogió para cargarlo. Fue un proceso de simple yuxtaposición: somos la criatura que sufrió un movimiento brusco en algún momento en que existía (cuando no había aún historia), donde, así como la materia bruta pasó de un paso a otro a formar biomoléctulas, luego células y de ahí a ciertos tipos de organismo, de la misma manera vemos la primera mitad del segundo registrándonos como cualquier otra "criatura del presente" y la otra mitad siendo aquella definida por la conciencia y la racionalidad. Pasamos a abrir los ojos, pero ese abrir no fue uno despacio y tranquilidad, sino con calamidad; pues al mover los parpados --- sentir como se están alzando, luego voltear y ver los brazos, después tocarlas y también tocar su rostro o las piernas ---descubrimos que somos materia, es decir, que estamos pegados como raíces a la tierra que está plagada de una carencia de interés hacia nosotros: ha llenado nuestro caparazón que llamamos cuerpo de nervios y músculos los cuales nunca nos permiten un descanso verdadero porque siempre estamos llenos de estimulaciones y percepciones: y, al observar y ser conciente de la naturaleza de la decadencia en cada ser humano, ahora conoce la naturaleza de la muerte, por lo que pondrá mayor énfasis en cómo se lleva a cabo el procedimiento de la sensación: será capaz de imaginar un colmillo clavado en su brazo o siendo quemado por alguna fogata, y podrá centrar su atención en la sensación de esas dos experiencias; es decir, será capaz de aumentar el dolor porque se conoce mejor que cualquier otro animal.
Nuestra distinción de otras criaturas no se llevo a cabo por un acto de libre albedrío. Obtuvimos las nuevas concepciones de nacer, envejecer y morir sin siquiera ser preguntados si los queremos. Y, uno podría decir, que el libre albedrío es sólo resultado del conocimiento y la conciencia. Por lo que yo respondería, entonces, que eso haría que cada vez que uno es traído a la existencia será traído sólo por un acto de arbitraje, no importanto si es bajo una tradición teológica o no. Quien sea que adquiera la habilidad del conocimiento jamás podrá ser libre de decidir si esa es la condición en que quiere vivir.
No podemos tratar de volver a ser la criatura preocupada por el presente, su conocimiento no lo permitiría: siempre lo mantendría ocupado trayéndole ideas relacionadas con las otras clases de tiempo.
Así que esta clase de criatura viene con una consecuencia irreversible: la conciencia de la sobreabundancia del dolor en el mundo. Mientras que una clase de criatura haya irrelevante su existencia --no tiene concepto de ella-- el otro no podrá soltar la idea. La humareda de la preocupación nunca nos permitirá un descanso prolongado. El porvenir siempre habitará con miedo, pues tanto la esperanza como la posible desilución siempre vienen cargadas del miedo a no obtener lo que pensaban obtener. Y con el pasado, uno siempre puede hacer que el arrepentimiento de las cosas que uno pudo hacer nunca se acabe.
Sea que podamos evitar esa impulsividad o no al pecado, hay que aclarar que esa clase de comportamiento es la norma: uno siempre está luchando por esos pequeños espacios de paz --- lo excepcional será siempre alcanzar momentos de respiro.
Por tanto, si hemos de clasificarnos como diferentes a otros animales, si hay que colocarnos en una diferente categoría, ella tendría que ser definida por el momento de la irrupción: el evento de la yuxtaposición --- de lo inerte al organismo, del puño cerrado a una palma abierta, dormir a encontrarse caminando, existir a ser conciente de estar existiendo, del presente a la conciencia, de la ruptura del Edén a la clausura de sus puertas. Si somos definidos por algo, entonces que sea por esa libertad que nadie en principio busca y la irreversibilidad de poder tornar otra vez al presente y nada más. Ningún otro animal ha desarrollado la nostalgia sobre lo que ha perdido.
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